Duomo de Cefalú |
Después
de haber pasado los primeros días en Palermo, decidimos irnos a un
pueblo costero a una hora de la capital isleña. La idea de
vacaciones en una ciudad grande no es algo que una quiera alargar
demasiado. Partimos entonces hacia Cefalú, por recomendación de un amigo. El pueblo es un caracteristico pueblo italiano a
la orilla del mar con playas tranquilas para bañarse.
Playa con iguanas nórdicas |
Conseguimos
un mini-estudio muy céntrico y la primera mañana fuimos a buscar el sol, donde todos los nórdicos y deseosos de vitamina D se
extendían en la arena como iguanas.
Después de desayunar nos acostamos a dormir en la arena. El sol en esta
época es muy rico, ya que no es demasiado fuerte pero calienta lo
suficiente como para luego darse un baño. Un emigrante italiano de
Bélgica pensionado, nos decía que era una de las mejores épocas para visitar
Sicilia y nos alertaba de nunca venir en julio o agosto. Dice que en
esas épocas la playa está tan llena que no se puede ni poner el
paño en la arena, que solo hay espacio para estar de pie!!! En cambio ahora éramos unos cuantos los que escapábamos
del otoño-invierno nórdico.
Cefalú desde la playa |
Esa mañana sentí por primera vez la calma y el relax de estar en vacaciones.
Maravilloso. Por la tarde decidimos subir a un cerro rocoso que está incrustado a
espaldas del pueblo. O más bien el pueblo creció y se pobló en las
faldas de este cerro. Allí, indican varios carteles, se encuentra el
templo de Diana, una construcción del megalítico (IX antes de
Cristo) y un castillo medieval con muros que rodean toda la parte
alta de la ''Rocca'', como la llaman los cefalenses.
El panorama se ampliaba conforme subíamos |
Más
arriba descubrimos el templo de Diana, una naciente de agua y
recorrimos parte de los muros de seguridad del castillo medieval que
se erige en lo alto del cerro.
Templo de Diana, Megalítico IX A.C |
En un momento dado, llegamos a uno de los muros que se asoman al pueblo y con una maravillosa vista al mar. Allí poseídas como por una especie de espíritu cabruno, dos chicas de unos 15-16 años, nórdicas, quizás holandesas o suecas, jugaban en silencio al juego de la muerte.
Bellas
y jóvenes las dos, una con vestidito y la otra con short que dejaban ver sus bellas formas
juveniles, jugaban a posar y tomarse fotografías con una cámara de
por lo menos 3000 euros. Mientras una desfilaba lentamente sobre el
borde del muro que da al precipicio, la otra en silencio le tomaba
fotos a su amiga con su gran camarota.
Pocos
segundos después de que llegamos, la que caminaba descalza sobre el
muro se bajó y se fueron en silencio a dar una vuelta un poco más
lejos. Me daba la sensación de que habíamos interrumpido algo, una especie de sesión-ritual de fotos.
Cuando llegamos interrumpimos su juego y se alejaron un poco de nosotros |
Chicas tomándose fotos con precipicio |
No
había percibido el peligro que corrían estas chicas hasta que me
asomé al muro y vi el abismo que había detrás, el cual
me provocó un vértigo leve, e hizo que me sostuviera fuertemente a
las rocas, para no dejarme llevar por la atracción del vacío.
Abajo
como a 200 metros, el pueblo con sus casitas y techos de tejas. No
había ninguna roca saliente que pudiera atajarlas en caso de caída.
Era un una pendiente 100% vertical. No parecía un simple juego de
selfies con el teléfono. Más bien un serio juego de niñas
caprichosas y poseídas.
El muro era de unos 20-30cm de ancho, detrás el vacío |
El muro, que además no era muy alto y claramente no muy apto para niños y personas que sufren de vértigo tenía unos 20-30 cm de ancho. Fué en ese momento cuando se me puso la sangre fría y me invadieron unos escalofríos al comprender el peligroso juego que estaban jugando esas dos chicas. Esas chicas estaban jugando al borde del barranco, con una tranquilidad y seguridad tan increíbles como si se tratase de un juego, le dije a Daniele.
Serán
malabaristas, dijo Daniele y no le dió importancia, porque él no
las pudo ver en un primer momento mientras caminaban en el borde del muro.
Luego
pensé, pues hay gente para todo, hay gente que camina en una cuerda
floja entre las cimas del cañón del Colorado o entre dos edificios
en las ciudades. Hay gente que le tiene miedo a todo y hay gente que
no. Hay gente que no puede subirse ni a un árbol y otros que pueden
escalar una montaña. Hay gente que por salir bien en una foto
arriesgan su vida, hay gente que por impresionar a sus amigos y amigas toman
fotos locas. Hay jóvenes que mueren tomándose fotos y selfies. Cada
uno decide su destino. O como decía un profesor, el derecho a
joderse es sagrado.
Luego
dejé de pensar en ellas, aunque presentía su presencia no muy
lejos. Tomamos unas fotos del panorama que se abría ante nosotros y
disfrutamos del paísaje de altura, que te permite ver a lo lejos,
con distancia y nueva perspectiva, elevados sobre el nivel al
cual estamos acostumbrados. Las cosas cambian de dimensión y los
problemas de allá abajo parecen no existir o desaparecer. Daban
ganas de activar alas invisibles o convertirse en pájaro y salir
volando hacia la playa para ver el atardecer.
Panorama Cefalú desde ''la Rocca'' |
Así estaba en pensamientos y observando el panorama, cuando vuelvo a ver a las chicas, que estaban ahora como a 10 metros de nosotros, seguían tomando fotos peligrosas. La que posaba tenía una falda que movía con ingenuidad y miraba sus pies descalzos mientras caminaba en el borde del muro...la otra la fotografiaba y parecían comunicarse con el pensamiento de tan concentradas que estaban, como si hubiesen planificado la coreografía y los movimientos que harían frente a la cámara. Parecían estar fuera de este mundo....Agarré a Daniele del brazo, Mirá, le dije. Él volvió a ver y vimos como la chica que posaba para las fotos caminaba con naturalidad y desicisión de un lado a otro y luego pisaba el vacío. En un instante desapareció en el abismo, tragada por la fuerza de la gravedad....La chica que le tomaba la foto, aprovechó ese último instante para tomar una foto, del momento en el que su amiga caía. El gesto de la chica en el instante de caer era como el de un ángel, un gesto dulce y eterno. Sus ojos parecían estar en paz, sin temor, sin miedo, sin espanto, parecía estar cometiendo un acto que le había sido dictado siglos atrás y llevándolo a cabo sin remordimientos, con una decisión absoluta del libre albedrío. Su cabello castaño muy liso flotaba y revoloteaba como algas en el agua, como si en ese momento hubiera entrado en otro medio, como si estuviera nadando. Ese momento lo captó la fotógrafa amiga y nosotros lo vimos, como si el tiempo se hubiera detenido.
Luego
la chica de la cámara, sin inmutarse y con rapidez inquietante, se
asomó al vacío y le siguió tomando fotos, al parecer no quería
perderse ninguna de las poses que su amiga estaba realizando durante
su caída en el vacío. Fueron segundos, que nosotros no pudimos ni
reaccionar. La chica disparaba fotos, una tras otra, intensa y
concentrada. Poco después metió la cámara en un estuche, agarró los bolsos que traían, los
zapatos de su amiga y sin levantar
la vista para mirarnos, que estábamos paralizados observando la
escena con la mano tapando el espanto de nuestras bocas, caminó
descalza como lo hacen las modelos, un pie delante del otro, dejando
que el viento alzara las mechas de su pelo, que el brillo del sol
le iluminara el rostro, y con pasos ágiles y elegantes, se dirigió
hacia nosotros, pasó a nuestro lado sin percatarse de que estábamos
allí, casi como un fantasma y siguió caminando junto al muro,
buscando quizás la salida.
Cuando
logramos recuperar el aire y reaccionar, nos apoyamos con precaución
en el muro para ver hacia abajo y solo vimos techos. Quizás caería entre unos arbustos o matorrales, o
en el jardín de una casa, pensé.
Corrimos hacia la salida, pero nos perdimos y dimos la vuelta equivocada por unos muros medievales sin salida, volvimos a subir unas gradas y luego encontramos el camino que llevaba hacia las gradas de bajada, corríamos alocados, con nervios, hasta que llegamos al área desde donde se avistaban las cabras. Vimos alguna gente alborotada observando hacia abajo, exclamaciones de pena y tristeza, una niña incluso lloraba. Los rostros de la gente expresaban dolor, pena, tristeza, asombro. Ha caído aquí la mujer? pregunté...una chica se cayó, se tiró...una mujer cayó...una donna é caduta dijo Daniele...la gente decía; No, no, una cabra se resbaló y cayó...la hemos visto con nuestros ojos.. y el cuerpo de la cabra estaba tendido ahí entre unas rocas y arbustos en el bajo, se escuchaban las cabras que balaban, preocupadas y desesperadas miraban también para ver a su amiguita muerta....Y nosotros dijimos, una cabra NO, una mujer, una donna y ellos NO, una cabra ha caído, no la ve?...Y nosotros replicamos, pero es que no han visto a una chica caer desde arriba...Ma che dici!!?(Pero que dices) decía una mujer. Preguntamos si no vieron bajar a una joven nórdica con una cámara y un par de zapatos en mano y alguno dijo que si, que la había visto....
Seguimos bajando a informar a los guardaparques de lo que habíamos visto y nos dijeron que lo que había caído era una cabra...que estábamos confundidos...No nos creyeron..que si la misma acompañante no había informado nada, era muy raro. Insistimos, contamos lo que habíamos visto y los dos guardparques se reían de nosotros. Que había sido solo una cabra, que rara vez pasa, pero que puede suceder. Llegamos a pensar si no estábamos alucinando.
Cuando nos asomamos, solo vimos los techos de las casas |
Tunas en lo alto de la ''Rocca'' de Cefalú |
Corrimos hacia la salida, pero nos perdimos y dimos la vuelta equivocada por unos muros medievales sin salida, volvimos a subir unas gradas y luego encontramos el camino que llevaba hacia las gradas de bajada, corríamos alocados, con nervios, hasta que llegamos al área desde donde se avistaban las cabras. Vimos alguna gente alborotada observando hacia abajo, exclamaciones de pena y tristeza, una niña incluso lloraba. Los rostros de la gente expresaban dolor, pena, tristeza, asombro. Ha caído aquí la mujer? pregunté...una chica se cayó, se tiró...una mujer cayó...una donna é caduta dijo Daniele...la gente decía; No, no, una cabra se resbaló y cayó...la hemos visto con nuestros ojos.. y el cuerpo de la cabra estaba tendido ahí entre unas rocas y arbustos en el bajo, se escuchaban las cabras que balaban, preocupadas y desesperadas miraban también para ver a su amiguita muerta....Y nosotros dijimos, una cabra NO, una mujer, una donna y ellos NO, una cabra ha caído, no la ve?...Y nosotros replicamos, pero es que no han visto a una chica caer desde arriba...Ma che dici!!?(Pero que dices) decía una mujer. Preguntamos si no vieron bajar a una joven nórdica con una cámara y un par de zapatos en mano y alguno dijo que si, que la había visto....
Las cabras observaban hacia donde había caído su amiguita |
Esta cabra se asomaba al vacío y balaba |
Seguimos bajando a informar a los guardaparques de lo que habíamos visto y nos dijeron que lo que había caído era una cabra...que estábamos confundidos...No nos creyeron..que si la misma acompañante no había informado nada, era muy raro. Insistimos, contamos lo que habíamos visto y los dos guardparques se reían de nosotros. Que había sido solo una cabra, que rara vez pasa, pero que puede suceder. Llegamos a pensar si no estábamos alucinando.
Nosotros
partíamos al día siguiente y no queríamos meternos en líos con la
policía, dar testimonio, juicios, etc. Esa noche no pudimos dormir en toda la noche, quizas solo unas horas. Durante los días siguientes
leímos todos los periódicos de Sicilia y la región de Palermo
para saber si había alguna noticia de ''Cronaca'' (accidentes,
policiales, etc), pero ningún medio informó sobre ninguna muerte en
Cefalú para esos días, salvo una pequeña nota sobre la cabra
accidentada en uno de los periódicos de parques naturales y medio
ambiente de la isla.
Fotos: ©Daniele Vidoni - Prohibido el uso, reproducción total o parcial de estas fotos.
Relatos de viaje con una pisca de ficción. Cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia. De la serie ''Muerte en Sicilia''.