Salimos de Palermo en el primer bus para Trapani y aunque perdimos la coincidencia inmediata con el barco, a las 11am ya estábamos rumbo a la isla de Favignana. El viaje en barco desde la costa es de tan solo 30-40mn. Apenas tocamos tierra, logramos alquilar unas bicicletas para recorrer una parte de la isla.
Poco
o nada es lo que habíamos leído sobre la isla y su historia. Al dar una vuelta por el pueblo descubrimos tres aspectos
importantes que han marcado la historia de la isla y de sus
habitantes y nos dieron claves para entender el paisaje que nos
encontraríamos durante el recorrido.
En
un terreno ubicado frente al mar junto a unas bodegas en ruinas,
reposaban decenas de anclas herrumbradas, un barco pesquero de madera
ya bastante deteriorado por el tiempo y un montón de bloques de
piedras calcarenitas cuadradas y rectangulares en varios rincones
utilizados para la construcción. Algunos de los bloques tenían
cuerdas amarradas, pensé que seguramente eran también utilizadas
como anclas para las embarcaciones más pequeñas. Al frente, del
otro lado de la bahía hay una construcción bastante grande, con 4
grandes arcos que parecen ser entradas para barcos.
Anclas y en el fondo edificio de producción de atún (Ex Stabilimento Florio delle tonnare di Favignana e Formica) |
Anclas y barco abandonado al fondo |
Hélice de un barco y bloques de calcarenita con cuerdas |
Mientras
Daniele tomaba fotos a las anclas me acerqué a dos hombres que
preparaban las cañas para pescar y sin querer molestar pero con
deseos de saber más, les pregunté que era esa construcción. Aquí
en Sicilia y hasta el momento la gente es muy amable y está
dispuesta a conversar y a contar cosas, responder preguntas y dudas,
así que me contaron que esa era una antigua procesadora de atún
para la exportación, en funcionamiento durante el SXIX hasta
mediados del SXX que fue cayendo en decadencia hasta el cierre en el 2007. El
pescador más mayor, de unos 70 años me dijo que cuando él llegó a
la isla hace unos 40 años, ya la fábrica estaba en decadencia. Por otro
lado respecto a los bloques de esa piedra blanca y porosa, dice que
desde tiempos romanos la isla ha sido una cantera para sacar material
de construcción. Me dijo algo así: ''Favignana fue por mucho tiempo una
fabrica a cielo abierto, tanto por el atún como por los ''tufi''.
Mientras me habla veo a sus espaldas unas torres parecidas a las de
una cárcel y le pregunto que son.
Y me
explica que desde hace siglos la isla ha albergado varias,
el antiguo castillo que se ve en lo alto de un cerro era una cárcel, pero ya clausurada, y la que está a sus espaldas es otra de alta seguridad, aún hoy en funcionamiento. Una isla marcada por la pesca, las cantera y la reclusión forzada.
Finalmente
iniciamos el recorrido en bicicleta, por unos caminos a veces
pavimentados, a veces de tierra, pero en general en muy buen estado y
en su mayoría bordeando el mar.
Camino con muritos |
Cantera abierta, se ven los trazos cuadrados de los bloques que le sacaron a la piedra. |
El hombre solo de Favignana |
Decidió
llevarnos a su cueva, que estaba como a 300 metros del camino,
bastante escondida. Ahí pudimos comprobar como una persona en pleno
siglo XXI vivía como un ser de otra época, por no decir de la
prehistoria, que me parece exagerado. La cueva tenía forma
rectangular cavada en la piedra y a lo interno, los mismos cortes de
piedra formaban una mesita, un banco, algunos estantes donde tenía
algunos artículos, y una piedra plana donde tenía un colchón viejo con
unas sábanas viejas y sucias. En la mesa un par de cubiertos, un
cuchillo, un jarrón con agua, un pedazo de pan, un tarrito de miel,
sal y pimienta, algunas frutas de las tunas, que aquí le llaman
''fichi d´india'' y que son originarios de América. Al lado de la cama
un par de zapatos viejos y en uno de los estantes del
muro, ropa o trapos revueltos. No nos invitó a tomar nada, pero
nosotros le ofrecimos un poco de jugo de naranja y compartimos los sandwiches
que traíamos preparados. Comimos los tres en silencio. Enrolé un
cigarrito y me pidió uno, estaba fascinado con el sabor del tabaco.
Él estaba muy pensativo y silencioso. Era medio lampiño, pero tenía
algunos pelos que le salían de barba y bigotes, usaba gorra en la cabeza y se le salían pelos grises por los costados. La piel curtida
y reseca por el sol, las suelas de sus pies descalzos parecían duras
como el cuero.
En
las afueras de la cueva tenía unas plantas de tomates, de albahaca y
de berenjena. Dijo que el verano era muy duro para las plantas, pero
que él consigue agua dulce de un antiguo pozo que hay cerca de allí.
Que no le hace falta nada. Que el invierno no era tan duro y que
prefería el fresco al calor insoportable del verano. Antes de irnos
le dejé un poco de tabaco, papeles para enrolar y un encendedor. Nos
despidió agradecido y dijo que ya faltaba poco para llegar a la Cala que tanto
gustaba a los turistas. Nos despedimos con esa sensación de haber conocido a una persona muy particular que nunca más volveríamos a ver.
Poco
después llegamos a la famosa Cala Rossa rodeada de acantilados. Dejamos nuestras bicicletas
recostadas sobre unas rocas y caminamos por un sendero, donde ya se
vislumbraba la playa. Había un ventolero fuerte y no hacía mucho
calor, bajamos un poco más y pudimos observar plenamente la
maravillosa cala y el espectacular color turquesa. Nos quedamos largamente observando recostados sobre un
peñasco con buen panorama y Daniele tomó fotos durante un buen
rato. Unos turistas que venían subiendo del mar nos dijeron que era
imposible bañarse, ya que el agua estaba muy revuelta, que había
mucho viento y que no había sector de playa con arena, solo rocas
filosas que te podían lastimar.
Igual
el clima no estaba para baños, así que disfrutamos del paisaje
desde donde se apreciaba la isla de Levanzo, donde al parecer hay
unas cuevas con dibujos prehistóricos de alrededor de 12 000 y 15000
años, y a la derecha la costa de Sicilia con la ciudad de Trapani. Luego vimos
pasar al hombre que habíamos conocido antes
cargando un carretillo con piedras. Que obsesión
con estas piedras pensaba en ese momento. Lo saludamos pero parecía no reconocernos y
lo vimos desparecer entre las rocas.
Conversamos
con otros turistas sobre donde comprar agua o algo de beber. El hombre del
carretillo estaba ahora absorto fumando sobre un sector del acantilado que tiene
paredes recortadas también por la mano humana, con paredes de unos
30-40mts.
Decidimos continuar con el recorrido entre los muros de piedras, acantilados pequeños, y canteras abiertas, vimos algunas playitas rocosas antes de llegar a una playita donde vendían bebidas y finalmente nos instalamos.
La playita no estaba muy llena y de ese lado de la isla no había tanto viento. La gente estaba en vestido de baño y algunos se nadaban en el mar. Decidimos ir acostarnos en la arena, apenas nos acostamos nos quedamos dormidos como una hora. El sol de octubre calentaba pero no ardía, así que decidí meterme al mar. Ahh primer baño de mar del verano-otoño. El agua estaba muy fría pero después de unas brazadas ya no se sentía el frío.
Decidimos continuar con el recorrido entre los muros de piedras, acantilados pequeños, y canteras abiertas, vimos algunas playitas rocosas antes de llegar a una playita donde vendían bebidas y finalmente nos instalamos.
La playita no estaba muy llena y de ese lado de la isla no había tanto viento. La gente estaba en vestido de baño y algunos se nadaban en el mar. Decidimos ir acostarnos en la arena, apenas nos acostamos nos quedamos dormidos como una hora. El sol de octubre calentaba pero no ardía, así que decidí meterme al mar. Ahh primer baño de mar del verano-otoño. El agua estaba muy fría pero después de unas brazadas ya no se sentía el frío.
Luego volvimos al pueblo y tomamos el barco de vuelta a Trapani. Al lado nuestro un señor mayor conversaba con otro sobre una tragedia que había sucedido esa misma tarde en la isla. Un hombre se había quitado la vida tirándose de un acantilado amarrado de una piedra. Yo estaba con la oreja parada y sentí un golpe eléctrico que me recorría de pies a cabeza. Lo interrumpí y le pregunté que había pasado y dijo que era un antiguo reo de la cárcel que vivía en una cueva, un povero diavolo vagabundo, se había suicidado lanzándose al mar. El señor a mi lado decía que él trabajó durante toda su vida en la cárcel, aunque ya estaba pensionado y que ese reo había pasado 25 años en prisión y que cuando salió decidió irse a vivir a una de las tantas cuevas que hay en la isla. Povero disgraziato, decía. No tenía a donde ir, ni donde trabajar después de salir de la cárcel. Que a veces él le llevaba ropa o algo de comer, o medicinas cuando estaba enfermo. Pero que había sido un asesino peligroso, un sicario de la mafia. Que se había lanzado en la Cala Rossa, que unos turistas lo habían intentado salvar, pero que no había caso. Lo único que tenía en sus bolsillos era tabaco, papeles para enrolar tabaco y un encendedor, dijo el señor que iba sentado en el barco.
Daniele
y yo nos quedamos helados. No había duda, era el hombre que conocimos esa
tarde.
Fotos: ©Daniele Vidoni. Prohibido el uso y reproducción de las fotos sin permiso, total o parcialmente.
Relatos de viaje, con un poco de fantasía y ficción. El hombre solo es un personaje de ficción.
Relatos de viaje, con un poco de fantasía y ficción. El hombre solo es un personaje de ficción.
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