El invierno oficial está casi por
empezar, ya hace frío en Berlín y por primera vez en mucho tiempo o
talvez por primera vez en muchos años, puedo decir que me siento
moderadamente feliz en Berlín. Digo moderadamente porque no me gustan los absolutos y creo que también le tengo miedo a la felicidad absoluta, creo que mediocriza. Y no es un sentimiento que es
reciente, en todo caso lo siento desde hace algunos meses y hace tiempo que quería
escribir algo al respecto, ya que en general siempre he sido bastante
negativa respecto a mi relación con esta ciudad.
Pero todo este año en general ha sido
muy bueno. 2 meses con mi familia y amigos en Costa Rica a inicios de
año trabajando a distancia, luego el Fieber Festival; 3 meses de
trabajo intenso y lleno de energías positivas, un trabajo estable
que me permite ser libre económicamente aunque no me de tantas
satisfacciones a nivel personal. Conozco más gente y tengo amigos y
amigas que ya puedo decir que los conozco desde hace 5 años, la red
de conocidos es más amplia, lo que aumenta mi mapa mental de la
ciudad y de las personas que en ella viven.
La ciudad cada vez me pertenece más y
eso se debe al paso del tiempo y a la acumulación de experiencias,
situaciones y acontecimientos. Hay una teoría que leí en algún
momento que es algo así como la apropación subjetiva de la ciduad o del espacio
público, o la ciudad interior, o la imágen que nos creamos de la ciudad, o el mapa subjetivo de la ciudad(Kevin Lynch y el situacionismo). Recuerdo
haber leído algo de eso en el tiempo que me interesé por temáticas
urbanas en mi antiguo blog, y ahora esa sensación de estar
construyendo y reconstruyendo mi vivencia en esta ciudad se me hace
más clara a la luz de estas teorías y lo puedo de alguna manera
interiorizar de manera más clara y entender a la vez las razones de
esta posible sensación de sentirme mejor aquí.
Si hay algo que caracteriza el malestar
que pueden sentir los migrantes en una nueva ciudad, país o
territorio es la sensación de que nada te pertenece. La ciudad está
ahí, es un escenario abierto en el que no tenés casi recuerdos o
experiencias, no tenés memoria. Si bien Berlín es una ciudad que
encierra una memoria colectiva mundial, tanto simbólica como
material, especialmente durante el siglo XX, ese paisaje que se le
presenta a un nuevo habitante puede estar vacía de significados
simbólicos y afectivos personales. Y es que si bien las ciudades y
lugares en general pueden ser vividos intesamente como turista o
visitante temporal, es muy diferente adentrarse en una ciudad
sabiendo que te vas a quedar, aunque siempre exista la opción de
marcharse. Por eso es muy común leer en los foros, las maravillosas
experiencias de quienes venían por Erasmus o la visión que te dan
los que vienen con Becas por tiempo definido. Todos los que saben que
el postre tiene fecha límite viven con más intensidad y curiosidad
esa sensación de anonimato en la ciudad, los que por el contrario
vienen en busca de una nueva vida, de trabajo, estudios y tienen que
''pulsearla'' y no saben cuanto se quedarán pero que intentarán
hacer todo lo posible para adaptarse, estudiar, aprender el idioma,
trabajar y sobrevivir tienen en general otra visión, que esa otra un
poco más romántica e ideal.
La vida sería muy bonita si todos
pudieramos vivir de Erasmus en Erasmus, y eso que yo nunca tuve una
experiencia así. Es decir alguien que financie y responda por tu
vida, para dedicarse a estudiar, viajar, aprender, conocer gente.
Pero bueno, con todo esto quería
llegar al punto de que para los que estamos luchando por crear una
nueva vida en un nuevo país, pareciera que el tiempo es uno de los
factores principales para crear empatía con el lugar. Así como
dicen el tiempo todo lo cura, en momentos de desamor, de tristezas o
pérdidas, en el caso de la migración pareciera ser también un
factor de sanación.
Evidentemente el tiempo no hace todo
por si solo, también es muy importante lo que nosotros hacemos con
ese tiempo, es decir, la forma como nos hemos ocupado para darle
significados a ese tiempo. Y en este sentido todo lo que hacemos o no
hacemos, proyectos personales o profesionales, la gente que conocemos, las relaciones que sembramos y
cuidamos, las cosas que hacemos en la vida cotidiana se van
acumulando poco a poco, como en los sitios arqueológicos donde con
la erosión y los movimientos de tierra, las capas de tierra se van
depositando sobre los restos. Con el tiempo podemos hacernos un mapa
mental de la ciudad, porque en el transcurso del tiempo nos han
sucedido cosas, buenas, malas, positivas, difíciles, divertidas,
emocionantes en distintos puntos y lugares y cuando pasamos por
cierto lugar podemos recordar momentos o personas, emociones o
sensaciones.
La ciudad la construimos emocionalmente
de sucesos y recuerdos, de andar a la deriva, de recorrer caminos cotidianamente y de esa manera la ciudad con el tiempo se
vuelve más íntima, más personal y no un simple entramado de calles, establecimientos o instituciones.
Incluso los lugares, edificios e
instituciones pueden tener componentes emocionales muy fuertes y no
porque estos los tengan en si mismos, sino porque los tienen para
uno. Para algunos un museo, un hotel o un parque puede contener
momentos vitales para su vida, una institución puede tener
contenidos emocionales duros y difíciles, como para muchos es el
Ausländerbehorde, o para otros el Parlamento puede ser el lugar
donde se selló el primer beso de una historia de amor. Pongo
ejemplos así al caso. Lo cierto es que últimamente cuando me paseo
en bici, ya me conozco diferentes rutas para ir de un lado a otro y muchas veces intento hacer rutas que no conozco y
siempre que hago una ruta nueva pienso, esta es la primera vez que
paso por aquí, o pienso, ya he pasado por aquí pero en dirección
contraria y trato de ver que me ofrece la nueva perspectiva de ir en
otro sentido, trato de abrir los ojos y dejarme sorprender. O que me ofrece la ciudad hoy con la luz, la
temperatura, la hora, o incluso salir a caminar, ya que en bicicleta todo pasa mucho más rápido. Es decir ver la ciudad con ojos nuevos
cada día, pero sabiendo que conocés las rutas, que has visto como
se construye un edificio nuevo, o que acaban de botar uno por allá,
o que ciertos lugares y locales tienen algún significado.
No digo que para todo el mundo el haber
pasado mucho tiempo en un lugar le suceda lo mismo, o se sienta
contento en el lugar en el que está, también conozco gente que desde el inicio están refelices de estar en esta ciudad, en todo caso si creo que la sensación
de pertenencia a un lugar hace que uno se sienta mejor o que de
alguna manera se sienta más integrado, eso lo genera el tiempo.
También es importante el hecho de la
acción, el generar acción y movimiento, acercarse a grupos o
eventos, ser partícipe activo de cosas que suceden en la ciudad, en
grupos de personas, en crear acontecimientos y experiencias, ya que
estas por un lado dirgen nuestra energía por un tiempo determinado y
nos hacen confluir con gente nueva o conocida y trabajar por algo en
conjunto, y nos permiten ampliar nuestra experiencia y hacerla más
social, ya que si hay algo que caracteriza el no sentirse intergrado
en una nueva ciudad es justamente el estar aislado, el no tener con
quien interactuar, que no sepan quien sos, cuales son tus cualidades
y todas las cosas buenas que sabés hacer y podés ofrecer.
En mayo cumplo 6 años de estar aquí,
no voy a decir que fue fácil, para nada, no hubiera pensado que
tuviera que pasar tanto tiempo para sentirme a gusto, ya que hasta
hace algunos meses, siempre tuve en mente la idea de volver a mi
tierra y dejar todo botado. A veces pienso incluso que ''he
sobrevivido'', si, he sobrevivido a una experiencia muy dura que te
puede desequilibrar a veces y que puede hacerte sentir muy mal, pero que definitivamente me ha enriquecido y me ha hecho más fuerte. Pero
por dicha, las cosas a veces se acomodan con el tiempo, aunque uno
nunca sabe por cuanto tiempo.
2 comentarios:
Interesante tu comentario. Viví 15 años en San José y acaba de volver a mi ciudad de orígen (Berlín)... Me costó como 5 años para sentir San José como propia y hoy lo que mas me gusta es sentir qu elo geográfico es segundario, cualquier lugar (casi cualquier) puede significar casa para mi....
Hola Lars,
ahh lo mismo pero a la inversa...un berlinés en Chepe....
Pues que bueno haber logrado eso de sentirse en casa en cualquier lugar...
como un caracol con su casa a cuestas...
saludos y Willkommen in Berlin
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